La lucha contra la creciente epidemia de obesidad supone un conflicto constante de responsabilidad: una responsabilidad compartida tanto por los productores de alimentos como los consumidores, en la que la información es un arma clave.
Un excedente de calorías en cualquier dieta genera grasa. Si no se queman las calorías, estas acabarán almacenándose como grasa en el abdomen o en cualquier sitio que se le antoje al organismo. Esa ecuación se sustenta en principios científicos, que son los que impulsan la industria de la salud y el fitness a diario. ¿Está a punto de entrar en acción también el etiquetado de alimentos ?
Lea la etiqueta atentamente antes de su uso
La información nutricional lleva apareciendo en el etiquetado de los alimentos más de veinte años : un desglose fácil de comprender de los porcentajes de proteínas, grasas y carbohidratos que engalana el envasado de los alimentos para que el consumidor tome decisiones fundamentadas acerca de cómo equilibrar su ingesta de macronutrientes. Sin embargo, independientemente de la creciente devoción de los fabricantes por la transparencia con respecto a sus productos, la información solo resulta efectiva si se entiende en contexto.
Las cantidades recomendadas y las ingestas de calorías medias diarias únicamente significarán algo al consumidor si es consciente de lo que supondrá comer un producto determinado para su estilo de vida. En la Sociedad Real para la Salud Pública (RSPH) del Reino Unido no están seguros de que se esté en lo cierto y reclaman un etiquetado más informativo en los envases de alimentos que resalte exactamente los efectos que tendrá el contenido calórico en el consumidor.
Coma esto y corra
Demandando una mayor claridad, la organización benéfica de salud y bienestar británica ha sugerido que el etiquetado de los alimentos debe concienciar a los consumidores de la actividad física equivalente al recuento calórico de un producto. En otras palabras, el ejercicio necesario para quemar la misma cantidad de calorías. Si el consumidor sabe que una chocolatina equivale a correr durante 30 minutos al máximo ritmo, entonces ya se pone en manos (y barriga) del consumidor la información contextual adecuada y con suerte se le avisa de cómo puede gestionar mejor su dieta diaria.
Al menos esa es la idea.
Por supuesto, personas de constituciones y metabolismos diferentes necesitan, como ya sabe, niveles de actividad física distintos para quemar las calorías. Pero sin duda se trata de un dato que alimenta la reflexión acerca de esta batalla constante contra los niveles de obesidad global. La obesidad mundial y sus enfermedades asociadas, como la diabetes, están en alza, por lo que algo de información y ejercicio podrían resultar muy útiles para frenar la tendencia. En una encuesta de la RSPH se demostró que el 56% de los consumidores utiliza la información de los envases de alimentos como parte de su decisión de compra, lo que indica un claro argumento a favor de este cambio.
Una solución local a un problema global
Aunque actualmente se encuentra en fase de propuesta en un único país occidental, los datos sugieren que deberían tomarse medidas similares a nivel mundial, y que estas podrían tener éxito. Incluso en países como Singapur, un país caracterizado por figuras más esbeltas, se ha registrado un incremento del aumento de peso y de la diabetes de tipo 2 y, según las previsiones, los costes de combatir esta enfermedad alcanzarán los 2.500 millones de dólares anuales en 2050.
Mientras tanto, en una evaluación de más de 50 estudios realizados en Norteamérica, el Departamento de Salud de Canadá ha declarado que proporcionar información calórica en los menús se ha traducido en una insignificante reducción del consumo por persona de 13 calorías (kcal). Sin embargo, esta cifra ascendió a las 81 kcal por persona cuando se añadió información que ayudaba a los consumidores a interpretar las cifras que estaban viendo.
Sí, la responsabilidad personal es un tema pendiente que debe abordarse. No obstante, los cambios en el estilo de vida y las elecciones de dieta solo pueden ser eficaces cuando el consumidor siente que está debidamente informado sobre el contenido nutricional y calórico y sobre cuáles podrían ser las consecuencias. El conocimiento, como se suele decir, es poder.
¿Cuáles son los siguientes pasos?
Una mayor transparencia en el etiquetado de los alimentos supone un cambio concertado de un enfoque en el que los fabricantes son responsables de proporcionar la información al cliente, que es quien ha de decidir cómo utilizar dicha información. Considerando el espacio en el envase y los problemas de claridad, lo más probable es que se adopte un sistema de símbolos en el que se dé prioridad a la simplicidad y claridad por encima de agregar más cifras e información confusa. El mercado del etiquetado aguardará con interés los siguientes pasos que se darán en este campo.